Erase una vez, en un pueblo, cuyo nombre no mencionare, no por motivos de vergüenza, sino por motivos de respeto. En esa tierra marchita carcomida por el viento y la sequía, se erguía en su alrededor, una imagen, fundida hace mucho tiempo atrás, como recuerdo silencioso de un relato.
La estatua era la imagen de un campesino, reconocido por idear la solución a la hambruna que padeció ese pueblo muchas generaciones atrás. Ahora ya nadie lo recuerda, la historia ha sido menguada por las nuevas generaciones, que en el olvido asienten sinceramente,,ese asunto sin importancia, ya nadie habla, sera que la vida es buena ahora, mejor de lo que fue en otra era, no es así. Sin embargo... por los montes solo se ven ahuyar los coyotes, nómadas errantes, por los campos.
El Cabildo ya dejo de funcionar, atrás quedo la comunicación, el respeto y el interés por otros, ahora solo sobrevive, la ignominia de la hipocresía. Muchos llamaron a la estatua desperdicio de espacio, otros solo pensaban en los dineros que se podían ganar, de lograr fundir el monumento.
En aquella época cuando la sequía y los vientos despiadados castigaban los campos, la mayoría de los habitantes solo pensaban en emigrar hacia otra tierra, los dueños de los latifundios solo querían vender, a veces a precios tan bajos, que hasta un niño con suerte, con solo lo que sus padres le dieron podría comprar.-. El objetivo era abandonar...
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